La Amazonía: mágica, asombrosa, devoradora

La Amazonía: tal vez más producto del delirio que de los mitos

En la introducción a la compilación de sus seis relatos de sendas viajes de aventura o expediciones que se adentraron en la Amazonía a lo largo de los últimos cinco siglos, Ricardo UZTARROZ (2008) nos la presenta así:

"Amazones, Eldorado, hommes sans tête, géants trois fois plus grands que le commun des mortels, rois blancs de tribu indienne, Indiens blancs et blonds, civilisations disparues, enfer vert ou paradis vierge: l'Amazonie est née mythique, a-t-on coutume de dire. À vrai dire, elle est moins née mythique que délirante, [...]

Si elle a d'emblée fasciné, et fascine encore de nos jours tous ceux qui l'approchent, c'est précisément à cause des délires suscités par sa démesure et son uniformité, véritable continent dans le continent. Délires qui ont accompagné sa découverte à une époque où la ligne de démarcation entre imaginaire et réalité était singulièrement floue, pour ne pas dire inexistante, une époque où l'invraisemblable était de l'ordre du possible. Ne venait-on pas de découvrir un continent peuplé d'êtres qui ressemblaient aux hommes qui les découvraient et leur étaient pourtant si étrangers dans leurs comportements, plein d'animaux inconnus et de plantes encore plus bizarres: la pomme de terre, la tomate, le piment, le haricot, le chocolat, le tabac? Un continent enfin où l'on trouvait deux métaux précieux, l'or et l'argent, à profusion...

Aujourd'hui, dans une très large mesure, le mythe, ou le délire, persiste: dans sa touffeur inextricable, dans ses immensités où aucun homme n'a pénétré, se cache peut-être la molécule de la panacée. Comme nul ne peut apporter la preuve du contraire, rien n'interdit d'en être convaincu. Coffre-fort planétaire de la biodiversité, plus grande réserve d'eau douce du globe, plus grand massif forestier sur terre, dont les essences ne sont pas toutes recensées et dont le sous-sol garde encore tous ses secrets, l'Amazonie est perçue comme un nouvel Eldorado en ces temps d'incertitudes écologiques. L'Eldorado ne pouvait pas être trouvé, tout simplement parce qu'il était partout! Omniprésent, il était invisible.

La représentation que se fit l'imaginaire européen ébahi de l'Amazonie trouve son origine dans deux textes qui ont révélé son existence: le récit, par le père Gaspar de Carbajal, de la première descente d'un fleuve aussitôt comparé a une mer d'eau douce intérieure, et surtout, un demi-siècle plus tard, la relation de l'exploration de l'embouchure de l'Orénoque et de la Guyane par le dandy Walter Raleigh, favori d'Élisabeth I d'Angleterre. Ce dernier - et non les conquistadors - est le véritable créateur du mythe de l'Eldorado. Mais le père Carbajal et Walter Raleigh sont tous les deux, s'il faut en trouver, les coupables de tous les mythes dont a été investie l'Amazonie dès qu'elle a été connue.

Avec le recul de l'histoire, et à la lecture attentive de leurs récits, on peut se demander s'ils crurent réellement eux-mêmes aux extravagances qu'ils racontaient. Jamais - sage précaution de leur part face à l'histoire - ils ne prétendent avoir été les témoins oculaires de leurs fantastiques affabulations. Une seule fois, et encore incidemment, le père Carbajal glisse du bout de sa plume d'oie qu'il a reconnu une dizaine de "farouches amazones" à bord de l'armada de pirogues qui montaient à l'abordage du brigantin commandé par Francisco de Orellana, le découvreur malgré lui de l'Amazone" (págs. 11-13).

La clave de la Amazonía es su diversidad en todos los aspectos

Ricardo UZTARROZ(2008), en la cita que hemos reproducido arriba, habla de la importancia y potencia que tiene actualmente (en tiempos de incertidumbre ecológica) la Amazonía por su biodiversidad. Pero es más que biodiversidad. Según Ana PIZARRO (2009), "es hoy una región en donde la complejidad pone en juego los elementos de una diversidad única" (o.c., pág. 154), y cita a Carlos Walter PORTO-GONÇALVES (2001):

"La Amazonía es sobre todo diversidad. En una hectárea de selva existen innumerables especies que, en su mayor parte, no se repiten en la hectárea vecina. Hay Amazonía de vega y de tierra firme. Hay Amazonía de ríos de agua blanca y de agua negra. Hay Amazonía de terrenos de movimiento y serranos del Tumucumaque y de Parima al norte y de la sierra de los Carajás, en Pará, y hay Amazonía de las planicies del litoral de Pará y de Amapá. Hay Amazonía del cerrado (el bosque espeso), Amazonía de los manguezales y de la selva. Habitar esos espacios es un desafío a la inteligencia, a la convivencia con la diversidad" (Amazônia, Amazônias, São Paulo, Contexto, 2001, pág. 9).

Para Ana PIZARRO (2009), "[e]ste panorama explica en parte la diversidad también humana [...] Poblaciones múltiples que tienen una variedad de oficios, conocimientos, historia, experiencia de relación con la naturaleza, con ecosistemas complejos" (o.c., pág. 154-155), y cita otra vez a PORTO-GONÇALVES (2001): "[poblaciones] portadoras de un acervo de conocimientos que es un triunfo para el diálogo con el mundo y que debe ser la base de cualquier propuesta de desarrollo que se quiera sustentada por los directamente concernidos" (o.c., pág. 10).

La selva actúa como "una especie de bajo continuo" en el imaginario amazónico

Son las palabras de Ana PIZARRO en su estudio Amazonía: el río tiene voces (2009) al destacar la presencia de la selva amazónica en la literatura de esta zona del continente americano:

"La selva es una especie de basso continuo en los imaginarios de la Amazonía, una presencia inquietante que siempre está latente en el discurso oral y en el texto escrito, como espacio, como figura, como sonido o como silencio. La selva es como el fuego para el viajero que la mira desde el río: una monotonía variante, una belleza en permanente transformación. El tiempo pasa. Pareciera que la selva no tiene tiempo, pero éste está marcado por los crecimientos, las transformaciones - el río va cambiando permanentemente de lecho -, también por los ritmos de aves y animales: la madrugada en que salen a comer, el instante en que las aves se recogen en alboroto. La selva también está perfilada por sus sonidos: los loros que pasan en parejas o bandadas, un roedor que grita, el sapo grande que emite sonidos guturales, las ranas, los grillos. Bajo la belleza siempre hay una alerta. Es una calma vigilante: las víboras no pueden ser inquietadas. Ellas también tienen sus ritos y sus momentos para bajar al río. No hay anarquía, la naturaleza tiene sus ritmos que no deben alterarse. Tarántulas y cocodrilos salen en la noche, ojos azules y rojos se desplazan, unos sobre los árboles, otros sobre las orillas de los igarapé, en las lagunas, entre los juncos y matorrales de las orillas, los hongos y líquenes que crecen en las lianas, parásitas de árboles gigantes que bajan a penetrar el agua.

Como pocos lugares, ella es un centro impulsor de energías del imaginario. Son energías que enfrentan al hombre con sus propios tensiones y fracturas internas. Es un universo mítico y mistificante al mismo tiempo. su proximidad, su vivencia, estimulan la necesidad de la expresión. Tal vez la grandiosidad, la belleza, la riqueza imaginaria del área, la sensación única de su experiencia. La sensibilidad de la escritura brota a flor de piel para expresar los abismos interiores y esto hace que exista una importante narrativa de autores a nivel nacional e internacional - no solamente amazónicos u originarios de los países del área -, enmarcada en la selva amazónica y escrita desde diferentes situaciones y perspectivas" (o.c., págs. 160-161).

La selva amazónica es omnipresente y determina el ambiente, el ánimo de los participantes y los sucesos en las relaciones o crónicas de las expediciones que bajaron el Amazonas, como las de Francisco de Orellana (1541, narrada por fray Gaspar de Carvajal) y de Pedro de Ursúa (1560-1561, narrada por varios expedicionarios, entre ellos Francisco VÁZQUEZ o Pedrarias DE ALMESTO). En una novela como La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964) de Ramón J. SENDER, donde los soldados son presa de y muchos sucumben bajo el influjo maligno de la "tarumba del equinoccio" (aquel estado de locura que provocan la soledad, la monotonía, el calor agobiante, las penalidades de la selva amazónica en la línea del equinoccio) o una película como Aguirre o la ira de Dios (1972) de Werner HERZOG, donde se eternizan las escenas en las que vemos a los bergantines con la hueste agonizante deslizarse lenta, monótona y silenciosamente (o al ritmo embrujador de la música de Popol Vuh) por el río, la selva llega a ser simplemente un personaje más.


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